Temprano esta mañana China hizo saber a los idiotas en Washington, y en Wall Street, que los tiene agarrados por los cuernos. Dos importantes voceros del gobierno chino señalaron que sus considerables tenencias de dólares estadounidenses y bonos del Tesoro “hacen una gran contribución al mantenimiento de la posición del dólar como moneda de reserva.”
Si EE.UU. procediera a adoptar sanciones para provocar la apreciación de la moneda china, “el banco central chino se verá obligado a vender dólares, lo que podría llevar a una masiva depreciación del dólar.”
Si los mercados financieros occidentales son suficientemente inteligentes para comprender el mensaje, las tasas de interés de EE.UU. aumentarán sin tener en cuenta ninguna acción ulterior de China. En este momento, China no necesita vender un solo bono. En un instante, China ha dejado en claro que las tasas de interés de EE.UU. dependen de China, no de la Reserva Federal.
La precaria posición del dólar de EE.UU. como moneda de reserva ha sido completamente ignorada y negada. La ilusión de que EE.UU. “es la única superpotencia del mundo,” cuya divisa es deseable a pesar de su excesivo suministro, refleja el desmedido orgullo estadounidense, no la realidad. Ese orgullo es tan extremo que sólo hace 6 semanas McKinsey Global Institute publicó un estudio que concluyó que incluso una duplicación del actual déficit de la cuenta corriente de EE.UU. a 1,6 billones de dólares no causaría un problema.
Pensadores estratégicos, si alguno queda que no haya sido purgado por los neoconservadores, concluirán rápidamente que el poder de China sobre el valor del dólar y de las tasas de interés de EE.UU. también da a China poder sobre la política exterior de EE.UU. EE.UU. pudo atacar a Afganistán e Iraq sólo porque China posibilitó la mayor parte del financiamiento para las guerras de Bush.
Si China cesara de comprar Títulos de deuda emitidos por el Tesoro de EE.UU., sería el fin de las guerras de Bush. La tasa de ahorro de los consumidores estadounidenses es esencialmente cero, y varios millones están afligidos por hipotecas que no se pueden permitir. Con el presupuesto deficitario de Bush y sin sitio en el presupuesto del consumidor estadounidense para un aumento de impuestos, las guerras de Bush sólo pueden ser financiadas por extranjeros.
Ningún país del mundo, con la excepción de Israel, apoya el deseo del régimen de Bush de atacar a Irán. China tiene que decidir si llama al embajador de EE.UU. y le transmite el mensaje de que no habrá un ataque contra Irán u otra guerra a menos que EE.UU. esté dispuesto a recomprar 900.000 millones de dólares en bonos del Tesoro de EE.UU. y otros activos en dólares.
EE.UU., por supuesto, no tiene reservas extranjeras con las cuales realizar la compra. El impacto de una venta tan grande sobre las tasas de interés de EE.UU. arruinaría la economía de EE.UU. y terminaría efectivamente con la capacidad de librar guerras de Bush. Además, otros gobiernos probablemente seguirían la iniciativa china, ya que el principal apoyo para los dólares de EE.UU. ha sido la disposición de China de acumularlos. Si el mayor poseedor se deshiciera de dólares, otros países también lo harían.
El valor y el poder de compra del dólar de EE.UU. caerían. Si estadounidenses en dificultades fueran a Wal-Mart a hacer sus compras, los nuevos precios los llevarían a pensar que escogieron por equivocación una tienda de lujo. Los estadounidenses no podrían mantener su actual nivel de vida.
Al mismo tiempo, los estadounidenses serían afectados sea por aumentos de impuestos a fin de equilibrar un déficit presupuestario que los extranjeros no seguirían financiando o por grandes recortes en los programas de seguridad de ingresos. La única otra fuente de finanzas presupuestarias sería que el gobierno imprimiera dinero para pagar sus cuentas. En ese caso, los estadounidenses se verían ante más inflación fuera de los precios más elevados por la devaluación del dólar.
Es una perspectiva sombría. Nos colocamos en esta posición porque nuestros dirigentes son imbéciles ignorantes. Lo mismo vale para nuestros economistas, muchos de los cuales son cómplices a sueldo de algún grupo de intereses. Lo mismo son nuestros dirigentes corporativos cuya codicia dio a China el poder sobre EE.UU. al enviar a China la producción de bienes y servicios. Fueron los peces gordos corporativos los que convirtieron el Producto Interno Bruto de EE.UU. en importaciones chinas, y fueron los economistas “de libre comercio, libre mercado” los que los incitaron a hacerlo.
¿Cómo se llena de tanto orgullo desmedido gente tan estúpida como los estadounidenses?