Excelente
artículo sobre como han caído imperios de sus cúspides… y el siguiente
en la lista después de su hijo Estados Unidos es Inglaterra
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La
historia de las civilizaciones humanas es también la historia de la
creación de comunidades destinadas a aumentar su espacio vital y por lo
tanto a provocar guerras para fundar estados de los cuales algunos
acaban convirtiéndose en imperios. Está en la naturaleza humana someter
al vecino. La historia está repleta de países que llegaron al apogeo del
poder y luego desaparecieron.
Pequeño recordatorio de los grandes imperios de la historia
¿Quién
no recuerda la civilización de los faraones, que duró más de 30 siglos y
desapareció dejando un Egipto hundido en el caos? ¿Quién no recuerda
las civilizaciones persas? Las civilizaciones aztecas y mayas fueron
aplastadas por los conquistadores, que eran pocos pero disponían de una
tecnología terrible: cañones y armas de fuego. Los historiadores
occidentales conceden un lugar especial al Imperio romano, que duró más
de 10 siglos tras la fundación de Roma por Rómulo y Remo. Sabemos que
los imperios declinan de formas diversas. Lo más habitual es una lenta
agonía y la pérdida de poder del Estado central que ya no controla a su
periferia la cual, por ese hecho, adquiere tendencias emancipadoras. Fue
el caso del Imperio español y el portugués, abatidos por la espada y el
hisopo, que perdieron gradualmente sus colonias debido a la expansión
de una toma de conciencia autóctona que predicaba la independencia.
La
reciente historia de los imperios muestra que éstos son mortales y que
la causa de su desaparición puede ser un largo desgaste, el imperio se
derrumba por los escalones. Hay que recordar que el coste humano de la
expansión es muy grande. La población amerindia se hundió, bajando de
unos 80 millones de habitantes a principios del siglo XVI a unos 12
millones cien años después. Las masacres, los trabajos forzados, las
deportaciones, la destrucción de las sociedades indígenas y sobre todo
las enfermedades que llevaron los europeos son responsables de ese
desastre. Los abusos de los conquistadores españoles fueron denunciados
por el dominico Bartolomé de las Casas. En 1950, en la Controversia de
Valladolid, el fraile logró convencer al rey y a la iglesia de que los
indios americanos tenían alma…
El
Imperio otomano, menos estudiado por los historiadores occidentales,
duró más de seis siglos y se desintegró bajo los golpes de dos potencias
de la época, Inglaterra y Francia, que no cesaron de atizar las
tensiones religiosas en la región correspondiente a la actual Siria,
¡hace 150 años! Parece que la historia se repite. Paulatinamente, «el
europeo malo» perdió las provincias ortodoxas, Bulgaria, Grecia y
Argelia. Asfixiado por sus acreedores, el Imperio llegó a un final poco
glorioso. A principios del siglo XX, incluso antes de que terminase la
guerra, los famosos representantes de Inglaterra y Francia, Sykes y
Picot, procedieron al despedazamiento de lo que quedaba del Imperio. Se
abolió el califato y el 29 de octubre de 1923 Mustafá Kemal proclamó la
República de Turquía sobre los escombros del Imperio otomano.
La tentación imperial sigue presente en Inglaterra
Un
análisis magistral de Mikhael Tyurkin de la situación actual del Reino
Unido nos muestra un semblante de «imperio» en decadencia que vive de
una renta que desaparece poco a poco. Tyurkin escribe «En el curso de
los últimos decenios, el Reino Unido se considera el cerebro de un
imperio global en el que Estados Unidos sería el músculo». Pero pasa el
tiempo y «el Imperio en que nunca se ponía el sol» está en pleno
hundimiento. Con un cinismo total, la aristocracia británica se dispone a
malvender las riquezas nacionales para mantener su forma de vida en
detrimento del pueblo» (1).
«El
pasado 10 de mayo, escribe el autor, el primer ministro británico David
Cameron hizo una visita inesperada a Sotchi para buscar un acuerdo con
Vladimir Putin (…) Sin embargo, haga lo que haga Cameron, probablemente
no podrá evitar el hundimiento de un imperio que sigue siendo uno de los
países más poderosos del mercado mundial desde hace siglos, incluso
después de su desintegración oficial. No cabe duda de que ningún país
del mundo ha encarnado la modernidad mejor que Gran Bretaña. La pasión
del jugador geopolítico experto, una autodisciplina increíble, el
maquiavelismo de la familia real y de la aristocracia, todo ello
multiplicado por el espíritu inglés típico, en los siglos XVIII y XIX
convirtió un pequeño reino insular en el «Imperio en el que nunca se
ponía el sol». Gran Bretaña siempre ejerció una política cruel y cínica,
pero con la elegancia de un gentleman. Hay que añadir la situación
insular, que permitió a Inglaterra abstenerse de participar realmente en
los conflictos europeos y azuzar a las potencias occidentales unas
contra otras según el clásico principio romano «divide y vencerás».
Instalado confortablemente en las islas británicas, el establishment
inglés está henchido de un sentimiento de excepcionalidad (…) Hay que
señalar que fue precisamente Gran Bretaña la que ayudó a los imperios
ruso, austrohúngaro, alemán y otomano a hundirse en la Primer Guerra
Mundial (1).
Mikhael
subraya el principio de la decadencia: «Sin embargo en el siglo XX el
poder de Gran Bretaña llegó a su cénit y empezó a decaer. En ese momento
su vástago perturbado, Estados Unidos, se hizo grande (…) Probablemente
la muerte de Margaret Thatcher se ha convertido en el símbolo principal
de la decadencia del Reino Unido. La Dama de Hierro se hizo famosa por
ser una de las creadoras del modelo económico liberal, que se instaló a
la manera clásica a los lados de Albión (…) Así, la antigua fábrica
mundial pasó definitivamente a casino global, las especulaciones
bursátiles y los servicios bancarios de la City se convirtieron en el
único motor del país. Dicho sea de paso, la pérfida Albión debe mucho de
su festival especulativo al hundimiento de la URSS: desde el campo
socialista arruinado cascadas de activos materiales se dirigieron hacia
Occidente (…)» (1).
«La
economía británica, continúa el autor, ya no es competitiva y está
condenada a corto plazo: muchos expertos afirman que el modelo no
sobrevivirá mucho tiempo a su creadora. En la actualidad la deuda de
Gran Bretaña (9.800 millones de dólares) es la segunda del mundo después
de la de Estados Unidos y el montante de sus intereses es 18 veces
mayor que el de los griegos. Es decir, que Inglaterra sigue en la lista
de los gigantes económicos por inercia, pero sería más honrado hacerle
un hueco añadiendo otra letra al acrónimo PIGS (Portugal, Italia, Grecia
y España). El Guardian ironiza al respecto: «El Gobierno de Cameron ya
está feliz con que el país se libre de la recesión en el primer
trimestre de 2013» (1).
«(…)
En estas condiciones, el Gobierno busca febrilmente nuevas fuentes de
economía. Está llegando a un punto que los parlamentarios empiezan a
hablar seriamente de la venta por 1.500 millones de libras del palacio
de Westminster y el Big Ben (…) Los días felices en que otros recogían
los beneficios y los británicos se apropiaban de ellos ya pasaron. Ahora
se ven obligados a combatir cada vez más abiertamente, sufriendo
importantes pérdidas de imagen, en las cruzadas occidentales modernas y
mostrando al mundo su talón de Aquiles. Un ejemplo claro de esta
evolución fue la operación de 2011 en Libia cuando el primer ministro
inglés David Cameron (con el gallo galo Nicolás Sarkozy) tomó la
iniciativa de arrimar el hombro para eliminar a Muamar Gadafi» (1).
Ahora se ve más claro que Gran Bretaña cada vez se mostrará más agresiva
en el extranjero, sobre todo con los débiles.
La nostalgia «melancólica» del Imperio francés
Se
dice que en muchas ocasiones el orgulloso Napoleón se presentaba como
sucesor de Carlomagno, depositario del Sacro Imperio Romano Germánico
que se restauró tres años después del «hundimiento» del Imperio Romano
de Occidente en el siglo V. Esa nostalgia del Imperio permite comprender
la aventura napoleónica que acabó en Waterloo y sobre todo tras el
desastre de Berézina en Rusia. Así se entiende que Vladimir Putin, el
nuevo «zar» ruso celebrara en septiembre de 2012 en Borodin el segundo
centenario de la «guerra patriótica» contra Napoleón, preludio de la
retirada de Rusia y la caída de Napoleón. Putin declaró: «Fue aquí donde
del 26 al 28 de noviembre de 1812 el ejército ruso, bajo el mando del
mariscal Koutouzov, acabó de aplastar a las tropas napoleónicas…».
No
es mi intención relatar las venturas y desventuras de Francia a lo
largo del tiempo. La tentación del imperio y la dominación siempre han
sido las líneas maestras de este país. Recordemos al Rey Sol, que iba a
la guerra y se implicaba totalmente en el saqueo de nuevos territorios,
confiando a Colbert el cuidado de establecer la «trata» negrera y
publicando el Código negro, que es un compendio de todo lo que un pueblo
puede hacer a otro para envilecerle, invadirle, obligarle a abjurar y
someterle a la esclavitud… No fue una singularidad, mucho más tarde, en
la década de 1880, hubo políticos que codificaron la vida de los
indígenas argelinos en el execrable Código de los indígenas. Así se
construyeron los imperios del África Occidental Francesa (AOF) y del
África Ecuatorial Francesa (AEF). Naturalmente había fricciones entre
Francia e Inglaterra. Cada país conmemora sus victorias: Ièna,
Austerlitz o Wagram el gallo francés y Waterloo o Trafalgar la pérfida
Albión. Sin embargo existían acuerdos para despedazar los estados
débiles, así como el saqueo del Palacio de Invierno en Pekín… y después
Oriente Medio.
Según
Eric Zemmour, Francia es heredera del Sacro Imperio Romano, ¡nada
menos! Es cierto que en la escuela nos enseñaron que Carlomagno fue un
emperador francés entronizado en Aix-la-Chapelle ¡Y tardamos mucho
tiempo en comprender que se trataba de Aachen! Según Zemmour la actual
Europa, que no pone a Francia en el lugar adecuado, es un fracaso. Eric
Zemmour describe «su Francia» en un ensayo, Une mélancolie française.
Dice Malakine: «(…) Los políticos franceses tenían la ambición secreta
de abarcar toda la orilla izquierda del Rin hasta los Países Bajos y
todo el norte de Italia. Ese proyecto acabó en Waterloo con el
desmantelamiento del imperio napoleónico y el regreso a las «fronteras
naturales». A partir de ahí Zemmour pone la fecha del comienzo de la
crisis de identidad nacional y la decadencia francesa (…) El principio
de los años 90 con el hundimiento del bloque del Este y la reunificación
alemana marcó un punto de ruptura definitiva con el modelo
«galorromano». Europa tomó entonces la forma imperial alemana
tradicional, la del Sacro Imperio Romano Germánico, un conjunto
heterogéneo de fronteras imprecisas y decisiones lentas, lo que Zemmour
denomina mordazmente «el sacro imperio estadounidense de las naciones
germánicas» (3).
Después
de esos circunloquios Zemmour, un francés de origen
«argelino-bereber-judío» señala a las culpables de la caída del Imperio
francés: «según él la inmigración, que cambió definitivamente el aspecto
étnico de Francia a partir de los años 70, y la autorización de
reagrupación familiar. No duda en comparar esa ola migratoria con la
caída de Roma provocada por las invasiones bárbaras» (3).
La inevitabilidad de la decadencia occidental y del ascenso de Asia
¿Estamos
asistiendo a la caída de la civilización occidental? ¿Esta civilización
es superior a otras? El padre de la sociología universal Ibn Jaldún, en
su obra magistral Los Prolegómenos, señaló la evolución de las
civilizaciones, que pasan por tres etapas, la llegada, el apogeo y la
decadencia.
Así,
analiza la decadencia de la civilización musulmana como un lento y
largo debilitamiento en el que el centro cada vez tiene menos control
sobre la periferia. ¿Cómo se construyó la supremacía occidental? En
nombre de la regla de las tres «ces»: cristianismo, comercio y
colonización. Occidente esclavizó a los pueblos. Lean este párrafo
antológico atribuido al rey de los belgas: «Cuidaos de que los salvajes
se desinteresen de las riquezas que rebosan sus suelos y subsuelos.
Vuestro conocimiento del Evangelio os permitirá encontrar fácilmente los
textos que recomiendan a los fieles que amen la pobreza. Por ejemplo
‘Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos’,
‘Es difícil que un rico entre en el cielo’. Haced todo lo posible para
que los negros tengan miedo de enriquecerse. Enseñad a los jóvenes a
creer, no a razonar…» (4).
Occidente
procedió a despedazar los territorios a su antojo sin tener en cuenta
los equilibrios sociológicos que las sociedades sometidas tardaron
siglos en consolidar. Negaba y arrasaba la historia de los países
colonizados e imponía una nueva narrativa, una nueva identidad y una
nueva religión. Durante cinco siglos, en nombre del deber de
civilización, Occidente dicta las normas, reglamenta, castiga,
recompensa o margina a los territorios que no pasan por el aro. Así, a
sangre y fuego, las riquezas del Sur fueron expoliadas por los países
del Norte (5).
¡Pero
no era suficiente! Además había que demostrar que Occidente es
depositario de la raza superior. Kishore Mahbubani, el eminente
diplomático de Singapur, escribió: «(…) Esa tendencia europea a mirar
desde arriba, a despreciar las culturas y las sociedades no europeas,
tiene unas raíces profundas en la psique europea. Casi siempre los
colonizadores eran personas mediocres pero debido a su posición, y sobre
todo a su color de piel, podían comportarse como reyes de la creación.
En realidad (la actitud colonialista) permanece muy vigente en este
principio del siglo XXI (…) A menudo nos sorprende y nos indigna, en
cumbres internacionales, cuando un representante europeo, lleno de
soberbia, dice más o menos lo siguiente: «Los que los chinos (o los
indios, los indonesios o quien sea) deben comprender es que…» a
continuación señala cínicamente principios que los propios europeos no
cumplen nunca» (6).
El
futuro será cada vez más sombrío. Entre los antiguos imperios que viven
en la ilusión de la grandeza y no quieren prescindir de nada –podrían
vivir muy bien reduciendo su tren de vida- y la llegada inevitable del
liderazgo asiático los países pequeños, en particular aquéllos cuyos
recursos serán cada vez más las variables de ajuste y que incluso
podrían desaparecer como Estados-naciones, dejan su puesto a los pueblos
abandonados. La guerra de todos contra todos continuará. Y nadie ha
dicho que los «nuevos imperios» serán más indulgentes…
Notas:
(1)
Mikhail Tyurkin http://www.voltairenet.org/article179279.html «Le
crépuscule de la puissance britannique», 6 de julio de 2013.
(2) http://plurilinguisme.europe-avenir.com/index.php?option=com_content&a...
(3) http://horizons.typepad.fr/accueil/2010/03/la-mlancolie-franaise-deric...
(4)
Discurso del rey de Bélgica Leopoldo II a los misioneros belgas en
1883,
http://aridopabulo.blogspot.com.es/2009/03/discurso-del-rey-leopoldo-ii-en-la.html
(5) Chems Eddine Chitour «Déclin ou chute de l’Occident». Mondialisation.ca, 29 de noviembre de 2012.
(6) Kishore Mahbubani, The Irresistible Shift of Global Power to the East, 2008.
Chems
Eddine Chitour es ingeniero de la Escuela Politécnica de Argelia. Es
autor de varias obras sobre la energía y los retos estratégicos. También
trata de explicar en sus obras la historia y las mutaciones del mundo.