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Entre
agosto de 1942 y febrero de 1943 se desarrolló el enfrentamiento bélico
de mayor dimensión en la historia de la humanidad. La batalla de
Stalingrado produjo un poco más de 2 millones de bajas entre soldados de
ambos ejércitos y civiles soviéticos.
La
victoria soviética significó un punto de inflexión en la intención nazi
de derrotar a ese país y el inicio de una contra ofensiva de las
Fuerzas Armadas al mando del mariscal Zhukov, que no se detuvo hasta la
victoria definitiva en Berlín en mayo de 1945. En
esa medida, Stalingrado, encarnó un cambio en la correlación
estratégica de fuerzas de la segunda guerra mundial y la convicción de
Occidente que el poder soviético no iba a caer por la fuerza
avasalladora del ejército nazi, aspiración suprema de las fuerzas
aliadas que durante los dos años anteriores miraban con ambición no
oculta que ese hecho ocurriera.
Intentando
contener a las tropas soviéticas, en julio de 1943 Hitler ordenó el
ataque de sus principales fuerzas, lo que dio origen a la Batalla de
Kursk, (en territorio ucraniano), considerada la de mayor dimensión en
cuanto a la participación de blindados (8.000) y de aviones (5.000)
entre ambos contendientes.
Los soviéticos pasaron a la ofensiva y entre julio y agosto lograron
derrotar a la mayor agrupación de fuerzas alemanas sobrevivientes de
Stalingrado convenientemente reforzadas por Hitler. La derrota en Kursk fue el último intento nazi de pasar a la ofensiva en el frente oriental.
De
inmediato, el mando soviético ordenó dar continuidad a la contra
ofensiva para aprovechar el alto grado de desmoralización que produjeron
las derrotas del ejército nazi en Stalingrado y Kursk, por lo que entre
agosto y octubre de 1943 se desencadenó la Batalla de Smolensk que
ocasionó alrededor de 250 mil bajas alemanas y de sus aliados y 400 mil
entre soldados y civiles soviéticos. Esta contienda permitió la entrada
de las tropas en Bielorrusia iniciando los combates por la liberación de
esa república.
Simultáneamente, en
agosto de ese año, dio inicio la Batalla del Dniéper. Al finalizar la
misma en diciembre, las fuerzas nazis tuvieron un millón 700 mil bajas y
las soviéticas un millón 250 mil. Este enfrentamiento también está
considerado uno de los de mayor dimensión en la historia, con la
participación de alrededor de 4 millones de combatientes entre ambos
bandos.
Durante
los últimos meses de 1943 y primeros del año 1944 el avance de las
tropas soviéticas hacia el oeste se mantuvo indetenible. Fueron
liberadas Kiev, Crimea, Odessa, Sebastopol y Nóvgorod, creando
condiciones para romper el cerco sobre Leningrado que había durado 900
días ininterrumpidamente desde septiembre de 1941 hasta el 27 de enero
de 1944 sin que el alto mando nazi hubiera logrado el objetivo de
capturar la ciudad.
Así,
el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas soviéticas preparó para el
verano de 1944 la Operación Bagration encaminada a desplazar a los
alemanes de Bielorrusia y los países bálticos, liberar totalmente su
vasto territorio de toda presencia militar extranjera y entrar a la
Europa ocupada a través de Polonia. Esta batalla significó el
aniquilamiento total de 17 divisiones del ejército nazi, quedando además
50 de ellas gravemente disminuidas.
La
Operación Bagration basó su éxito en el extraordinario trabajo de la
inteligencia soviética que logró detectar los planes alemanes hasta el
último detalle, logrando planificar de antemano las operaciones,
adelantarse en las mismas y quitarle toda posibilidad de iniciativa al
enemigo que se vio sorprendido y sin capacidad de respuesta ante la
acometida de las tropas al mando de los mariscales Zhukov, Vasilevsky,
Bagramián, y Rokossovsky y el General de Ejército Iván Chernyajovsky,
muerto en combate en Polonia en febrero de 1945
De
manera tal que esa era la situación en los campos de batalla cuando por
fin¡¡¡¡¡, el alto mando aliado decidió abrir el frente occidental
ejecutando el Plan Overlord y el desembarco en Normandía como parte de
él. A partir de ese momento la mitología occidental se ha encargado
de transformar el desembarco en Normandía -a través de Hollywood y su
gran aparato ideológico y de propaganda- en la “batalla decisiva” de la
segunda guerra mundial, adjudicándole a las fuerzas armadas
estadounidenses un papel que no le cabe en la historia. No se trata
de minimizar la contribución de los aliados en la contienda, pero la
realización tardía e interesada del desembarco persiguió objetivos
políticos vinculados a la situación que habría de crearse en la
posguerra.
Lo
cierto es que el sostenido avance soviético en el este, despertó
inquietud en la alianza atlántica en la carrera por llegar primero a
Berlín y, en primera instancia a París, en una Francia que resistía a
través de sus partisanos comunistas mientras el General De Gaulle vivía
en Londres y refunfuñaba con imprecaciones de toda índole por la demora
estadounidense-británica en ejecutar el ansiado desembarco, cuyo retraso
amenazaba con poner en entredicho su propia capacidad de liderar el
proceso de liberación de Francia.
Debe
decirse que a mediados de junio de ese año, la inteligencia soviética
había logrado desinformar a Alemania acerca de sus planes en el frente
oriental, por lo cual concentraba grandes cantidades de unidades en el
este que jamás pudo desplazar al oeste. Además, sus tropas se
encontraban diseminadas en un amplio frente de combate que iba desde el
Báltico hasta el Mediterráneo, donde además de las tropas soviéticas
combatían heroicamente fuerzas guerrilleras rurales y urbanas en Italia,
Yugoslavia, Eslovaquia, Polonia y Grecia.
Sin
desmerecer a los miles de soldados aliados y a los civiles franceses
caídos durante y después del desembarco en Normandía, quienes
arriesgaron su vida a favor de destruir la plaga del nazismo, la cifra
de 214 mil bajas aliadas y de 300 mil alemanes entre muertos y heridos,
palidece ante las dimensiones antes relatadas de las épicas jornadas de
combate que sufrió la Unión Soviética durante 3 años.
Si
se pudiera comparar en términos militares, el desembarco en Normandía
con las batallas en Stalingrado, Leningrado, Smolensk, Kursk o el
Dniéper habría que decir que la primera fue una simple escaramuza, no
tanto por la magnitud de las fuerzas militares y el armamento terrestre,
aéreo y naval ocupado en las operaciones, sino sobre todo porque a
diferencia de los soviéticos que luchaban por liberar territorio patrio y
su pueblo sufría en carne propia los desmanes y la represión
indiscriminada del aparato de guerra y represión nazi, Estados Unidos y
Gran Bretaña luchaban fuera de su territorio, ocupados en una batalla
geopolítica para impedir que el país de los soviets fuera el primero en
llegar a Berlín y lograra la gloria de derrotar al Tercer Reich en su
propia madriguera. Era parte de la guerra fría y el mundo bipolar.
Es
cierto que 45 años después la Unión Soviética fue derrotada y
desapareció, que sus líderes de entonces no tuvieron la misma grandeza
de los que lo condujeron en la Gran Guerra Patria y que su
desvanecimiento anunció “el fin de la historia”. Pero esa es una cosa, y
otra es que se pretenda por vía cinematográfica tergiversar la
historia, construir falsos ídolos y esquilmar a los pueblos de la Unión
Soviética el sustantivo aporte que hicieron a la libertad no sólo de
ellos mismos, sino de toda la humanidad.
“Honrar,
honra”, dijo José Martí y se debe reconocer la honra del presidente
francés Francois Hollande cuando durante los actos en conmemoración del
70 aniversario del desembarco aliado el pasado 6 de junio, en las playas
normandas destacó “el valor del Ejército Rojo y la contribución del
pueblo de la entonces Unión Soviética a la derrota del nazismo en la II
Guerra Mundial”. Hollande hizo patente su deseo de “…saludar el coraje
del Ejército Rojo que, lejos de aquí, frente a 150 divisiones alemanas,
fue capaz de hacerlas retroceder”
En
el acto que contó con la presencia de 19 jefes de Estado entre los
cuales destacaba Barack Obama de Estados Unidos y Vladimir Putin de
Rusia, Hollande destacó "…la contribución decisiva de los pueblos de la
llamada Unión Soviética" durante esa contienda.
En
ese sentido, la agencia Prensa Latina recordaba que “Cuando el mando
aliado decidió abrir el Frente Occidental con el desembarco de más de
130 mil efectivos de varios países en Normandía, ya el Ejército Rojo
había prácticamente derrotado a las fuerzas alemanas que invadieron a su
país” agregando que “La
confrontación costó a la hoy extinta Unión Soviética un duro precio de
más de 20 millones de vidas humanas, así como la destrucción de una gran
parte de su territorio”.