Les dejo este artículo sobre el movimiento que sigue dando lucha contra el capitalismo voraz de Estados Unidos
Carlos Mota // Cubículo Estratégico
El sitio web oficial del movimiento Occupy Wall Street (OWS) define a esa iniciativa así: “Es un movimiento de resistencia, sin liderazgos, con gente de todo color, género y perspectiva política. Tenemos en común ser el 99% que no tolera la avaricia y la corrupción del (otro) uno por ciento. Utilizamos las tácticas revolucionarias de la Primavera Árabe para conseguir nuestros fines y para invitar al uso de la no-violencia a fin de maximizar la seguridad de todos los participantes”. Ayer este movimiento cumplió dos meses. Como se sabe, ha tenido réplicas en países como Australia, Reino Unido y hasta en México, donde un campamento de individuos se ha apostado a las afueras del centro bursátil de la Bolsa Mexicana de Valores, sin mayor trascendencia. Ayer también el sitio oficial de OWS reportaba que a mediodía había logrado con éxito bloquear todos los accesos al New York Stock Exchange, es decir, a la bolsa de valores de Nueva York. La policía detuvo al menos a 75 manifestantes, que aparecieron en varios puntos de la isla de Manhattan. ¿Tienen razón los manifestantes cuando dicen “The Only Solution is World Revolution”? ¿Por qué en su agenda cotidiana, a las seis de la tarde, su actividad es “yoga y clase de meditación”? ¿Cómo se relaciona esa actividad con sus propósitos? Hay dos cualidades en el movimiento que estamos atestiguando: la primera es que es pacífico; la segunda, que aparece en un momento en que el sistema económico global sufre sus peores enfermedades. Los manifestantes descansan en una premisa: que los pobres son excluidos cada vez más del sistema y que los ricos se siguen pagando enormes bonos y regodeando con los beneficios de haber capturado los triunfos del capital. Da la impresión de que hay una gran cantidad de prejuicios en ambas partes del balancín, es decir, entre quienes le apoyan y entre quienes le detestan. Ayer un manifestante mostraba un letrero: “Pagué impuestos y fui responsable, pero no puedo más. Obedecí las reglas del juego”. A su vez, un casabolsero de Wall Street le sacó otro letrero: “Ponte a trabajar”. Las posiciones están encontradas, y el capitalismo anglosajón no parece estar a la altura del reto que le crece en la entraña