Les dejo otro artículo de lo que nos espera por la
nueva Presidencia Legitima de este loco personaje llamada “Mesias
Tropical” AMLO.
Jorge Camil // El acoso al Trife
En ningún sistema judicial se permite que una vez fijados los límites
de la controversia uno de los litigantes se acerque a la autoridad judicial
para hablar en lo oscurito y presionar. En México ocurre con frecuencia, y se conoce
en la jerga del oficio como “hablarle al oído al juez”. Pero lo que
hace López Obrador es peor. No presiona a los magistrados en sus gabinetes de
trabajo, ni cuchichea con ellos en los pasillos de tribunales. Los amenaza en
los medios de comunicación. En sus conferencias matutinas comenta el caso
diariamente y ofrece “pruebas supervenientes”. Así los presiona a
plena luz del día. Y aunque el pretexto pretenda ser tan noble como
“defender la democracia”, el verdadero propósito es poner a los
magistrados contra la pared; exhibirlos frente a la sociedad para después
acusarlos de corrupción, de ser parte del fraude. Eso vendrá después… En
público sacude papeles y amenaza con “las últimas” pruebas de un
fraude descomunal que engañó a más de 50 millones de mexicanos. Es un showman
que intenta vendernos, con la vehemencia de algunos televangelistas, las
calamidades del juicio final; convencernos de que mientras dormíamos alguien le
robó la Presidencia y nos puso al borde del abismo. Con los papeles en la mano
anuncia en su lenguaje telegráfico: “aquí están… más pruebas; aquí
está el fraude”. Y nos deja adivinando las intenciones de “la mafia
que se adueñó de México”. Aunque su inconformidad es un legajo con más de
600 páginas, organizó en los 32 estados “asambleas informativas”,
para recabar del público en general pruebas y testimonios adicionales. Algo
extemporáneo, y a estas alturas sin relevancia procesal, pero que sirve para
presionar al tribunal y dividir a la sociedad, involucrándola en un escándalo
nacional montado por él. Cuando la inconformidad comenzaba, los presidentes del
Movimiento Progresista visitaron a los magistrados y les presentaron con
solemnidad una “excitativa de justicia”. El recurso fue rechazado
por improcedente, pero su verdadero propósito era mostrar que hubo
“denegación de justicia”; hacerlo parte del “victimismo
conspiratorio” que El País le atribuye a López Obrador. Comenzó la
campaña afirmando que se preparaba un enorme fraude en su contra, pero siguió
adelante. Es su forma de hacer política.
Sembrar indicios y recoger (como y cuando le conviene) odios. Su presión sobre
el Trife ha llegado a extremos ridículos. Les advirtió a los
magistrados que “el futuro de la nación depende de su fallo”. Y que
una sola “desdichada sentencia” destruiría la fe en el sistema
judicial. ¿Con esa amenaza, quién puede sentarse a impartir justicia? Para que
los magistrados no se “empapelen”, López Obrador les entregó
“10 fundamentos básicos para invalidar la elección”. Parece que les
dicta los puntos resolutorios de la sentencia, pero la verdad es que se trata
de otro golpe mediático: un resumen de su inconformidad y de las “pruebas
supervenientes”. No ha explicado por qué da por buenos los resultados de
legisladores y gobernadores electos.
Siempre litiga ofreciendo cajas de
pruebas, así que al cerrar la “Expo Fraude” envió al Trife 25
toneladas de pruebas, que incluían hornillas y pollitos (devueltos, me imagino,
por millones de demócratas arrepentidos). No aceptará “argucias legaloides” ni le
dará vuelta a la página hasta invalidar la elección. No acepta nada que no sea
la invalidez. Cuando pierda el litigio habrá movilizaciones de sus grupos
clientelares, porque él únicamente opera dentro del marco de la ley. Habrá tal
vez un presidente “espurio”, ya conocemos el modus operandi. Pero
considerando que hoy actúa “dentro de la Constitución” me pregunto
si podría reelegirse como presidente “legítimo”. Quiere otra
campaña, una nueva elección; recorrer el país en calidad de prócer, mientras
nos gobierna un presidente interino…