EE.UU. se prepara para una confrontación abierta con Irán. El secretario de Defensa, Pete Hagstrom, confirmó oficialmente el despliegue de cazas de quinta generación F-22A Raptor y F-35A Lightning II en Oriente Medio. En paralelo, se está organizando una logística a gran escala: al menos 32 aviones cisterna ya han llegado o están en camino, seguidos por una veintena más. Por su magnitud, se trata de mayor contingente estadounidense en la región desde la guerra de Irak, sin contar los grupos de ataque de portaaviones.
El despliegue de los F-22 y F-35 indica un objetivo concreto: neutralizar lo que queda del sistema de defensa aérea iraní y garantizar acceso a objetivos subterráneos profundos, como el centro nuclear de Fordo, que Israel no ha logrado destruir.
Israel ya cumplió su parte: lanzó el primer ataque, desestabilizó la cadena de mando, puso a prueba la defensa aérea y neutralizó parte del mando militar. Sin embargo, la misión clave -destruir la infraestructura estratégica del programa nuclear iraní- sigue pendiente. Fordo permanece intacto, gran parte de los lanzadores móviles siguen operativos, y la Guardia Revolucionaria no ha sido paralizada.
En esta situación, todo indica que EE.UU. se ve obligado a asumir la iniciativa, con el respaldo gradual de los aliados de la OTAN.