Después de su amor, de declarar 1 semana antes de la elección que no veía nada irregular en las elecciones, el verdadero Peje aparece de nuevo primero pidiendo voto por voto, y ahora con sus “supuestas pruebas” ordena la anulación de la elección…
Lo que más me parece increíble de este personaje es
que con unas cuantas tarjetas de un tienda diga que se compraron millones de
votos, y esa gente fue redimida por el…
Otra cosa de ese señor que el mismo desconozca la labor
que hicieron sus Zombies cuidando las casillas, su partida tenia el 98% de las
casillas cubiertas, pero bueno es la palabra del “Mesías Tropical”.
Les dejo este articulo…
Macario Schettino // Otra vez
Igual que hace
seis años, López Obrador pierde la elección presidencial y no lo acepta. Igual
que entonces, construye un discurso político para destruir la elección, ya que
no puede ganarla. Hace seis años argumentó un fraude que nunca pudo probar, y
precisamente por ello, el 11 de julio de 2006 escribía este articulista un
texto llamado “La derrota del actor”, en donde enumeraba las
mentiras proferidas por López Obrador en unos pocos días. Sólo extraigo un
párrafo de entonces: “La doble moral de López Obrador es un asunto aun
más grave por la facilidad con que él mismo se califica de tener principios. No
sólo eso, sino que ha dicho cientos de veces que él no miente. Mintió con los 3
millones de votos, miente con el fraude informático, miente con la manipulación
del PREP (e implícitamente con la que ellos hicieron en el conteo distrital). Y
miente cuando pide un conteo, voto por voto, sin pruebas para obtenerlo.”
Hace seis años López Obrador perdió por un puñado de votos, de manera que su
argumento se centró en un fraude operado en la elección que, reitero, jamás
pudo probar, aunque sigan circulando por internet fantasiosas explicaciones al
respecto. Ahora su derrota es por más de 3 millones de votos, de forma que no
le alcanza con el mismo argumento. Por eso, su estrategia es ahora descalificar
todo. No es que le hagan fraude en la elección, sino que todo el proceso es una
mentira, en su discurso. Todo el proceso en el que su coalición alcanza
nuevamente triunfos importantísimos, pero no el suyo, que es el único que a él
le importa. Por eso la descalificación de las encuestas, que no es que hayan
fallado por cuestión estadística, sino que estaban compradas (según él); por
eso la descalificación del IFE, que no reaccionó a sus denuncias de gasto
excesivo del PRI (que no documentaron); por eso la descalificación de los
medios de comunicación, que actuaron en beneficio de Peña (más allá de los
monitoreos, que muestran otra cosa, o de los medios que descaradamente han
apoyado a López Obrador). No me malentienda, no sostengo que la elección del
domingo sea impoluta, prístina y perfecta, porque ésas no existen en ninguna
parte del mundo. La nuestra debe ser un poco más mala que el promedio, dada
nuestra historia. Aunque la elección en sí suele ser bastante buena, y la de
este domingo fue excepcional, el proceso está manchado siempre con la coacción
y compra de voto. Ocurre en Iztapalapa usando el agua como herramienta, en el
campo usando dinero, ocurre con todos los partidos en todos los lugares. Esas
prácticas son muy difíciles de documentar, y por eso se siguen usando.
Eliminarlas mediante la ley es imposible, y más regulación acaba resultando
contraproducente. El mejor ejemplo es precisamente lo que ocurrió hace seis
años. Después de ocupar Reforma, presionar al Tribunal e intentar que no tomara
posesión Felipe Calderón, la coalición de López Obrador exigió una reforma
electoral. En ella limitaron seriamente el acceso a medios electrónicos, porque
con ello, decían, no sólo sería mejor la elección sino más barata. Ha resultado
más cara, pero además fue esa restricción la que impidió que las preferencias
variaran más durante la campaña. Más claramente, lo que pidieron en 2006 es lo
que hoy les hizo perder. Pero perder es algo inaceptable para López Obrador,
que sin escrúpulo alguno acusa a los 18 millones de votantes por Peña Nieto de
corruptos o masoquistas. Sólo quien vota por él merece algún respeto, al menos
por el momento. Y fueron 15 millones de mexicanos los que decidieron
respaldarlo nuevamente, a pesar de todo. Es algo que merece estudio, dada la
falta de honestidad, respeto y visión mostradas por López Obrador en 2006.
Muchos de ellos, parece ser, lo hicieron intentando evitar que ganara el PRI,
algo que me maravilla, puesto que López Obrador no es sino el PRI desplazado en
los 80. Bartlett podría aclararlo. Quienes defienden a López Obrador afirman
que sólo está pidiendo lo que la ley le otorga. No es así, está aprovechando la
ley para arrojar más fango a la democracia, como calificó Roger Bartra su
comportamiento hace seis años. Andrés Manuel sabe que sus pruebas no le
alcanzan para ganar en tribunales, y por eso está llevando la disputa al
terreno político. Quiere seis años más de vida. Sus seguidores y los partidos
que lo apoyan tendrán que decidir si se los dan. Los demás ya decidimos. En
2006 y en 2012.