Les dejo este articulo de cómo la Oligarquía que
saqueo Rusia es algo muy cotidiano en Estados Unidos y ahí es avalado por la “Ley”
en donde el rico capitalista siempre sale con sus millones de dolares y los
trabajadores son los que se tienen que joder.
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A finales de los años ochenta, después del colapso total del
experimento de privatización masiva en la Rusia de Boris Yeltsin, algunos de
los más serios proselitistas del libre mercado trataron de buscar el sentido de
todo el asunto. El colapso sin precedentes de la economía de Rusia y de sus
mercados de capital, el saqueo generalizado, la silenciosa exterminación de
millones de rusos por el choque y la pobreza (La expectativa de vida de los
varones rusos cayó de 68 años a 56 años) -las terribles consecuencias de
imponer ideas libertarias radicales de libre mercado a una cultura
diferente– resultó peor que cualquier escenario del peor de los casos
imaginado por los creyentes convencidos del libre mercado.
De todos
los desastrosos resultados de ese experimento, lo que molestó a muchos de los
creyentes convencidos occidentales del libre mercado no fue tanto la pobreza
masiva y el colapso de la población, sino más bien el modo en que las cosas
salieron tan mal en las nuevas compañías e industrias privatizadas de Rusia.
Era lo que supuestamente debía salir bien. Según la teoría operativa
–desarrollada por los padres fundadores del libertarialismo/ neoliberalismo,
Friedrich von Hayek, Ludwig von Mises, Milton
Friedman y los otros– una compañía de propiedad privada siempre superará
a una compañía estatal porque la propiedad privada y el ánimo de lucro
incentivan a los propietarios a fortalecer sus compañías, hacerlas más
eficientes, más competitivas, etc. La teoría promete que todos se benefician
con excepción del viejo y malvado Estado y los perezosos.
Esa era
la teoría libertaria dominante que enmarcaba todo el experimento de
privatización de la “doctrina de choque” en Rusia y otros sitios. En realidad, como todos se vieron obligados a admitir
en 1999, las compañías privatizadas de Rusia fueron despojadas y saqueadas con
toda la rapidez con que sus nuevos propietarios privados podían hacerlo,
dejando a millones de trabajadores sin salarios y la mayor parte de
la industria rusa en una situación mucho peor que aquella en la que la dejaron
los comunistas.
La mayor
parte de los proselitistas del libre mercado –desde el neoliberal de
Clinton Michael McFaul (actual embajador de Obama en Moscú) al fan libertario
de Pinochet, Andrei Illarionov (actualmente en el Instituto Cato) culparon a
todo menos a los experimentos de libre mercado por el colapso de Rusia.
Pero
algunos de los más serios creyentes, cuya fe libertaria se estremeció por lo
que sucedió en las empresas de Rusia, necesitaban algo más sofisticado que un
simple blanqueo histórico.
Por
suerte para ellos, Milton Friedman suministró la respuesta a un entrevistador
del Instituto Cato: Rusia carecía de “imperio de la ley”, otro
eslogan neoliberal/libertario que se hizo dominante a finales de los años
ochenta. Sin el “imperio de la ley”, argumentaron Friedman y el
resto de los fieles del libre mercado, la privatización tenía que fracasar. Lo
que sigue es la respuesta de Friedman en el Informe Libertad Económica del
Mundo 2002 del Instituto Cato:
CATO: Si
reflexionamos sobre la caída del comunismo y la transición de la economía
centralmente planificada a una economía de mercado, ¿qué hemos aprendido en la
última década sobre la importancia de la libertad económica y otras necesidades
que puedan ser necesarias para apoyar la libertad económica?
MILTON
FRIEDMAN: Hemos aprendido la importancia de la propiedad privada y el
imperio de la ley como base para la libertad económica. Justo después de la
caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, solían preguntarme
frecuentemente: “¿Qué tienen que hacer
esos Estados excomunistas para convertirse en economías de mercado?” Y
solía decir: “Se puede describir eso en tres palabras: privatizar,
privatizar, privatizar”. Pero me equivocaba. No era
suficiente. El ejemplo de Rusia lo muestra. Rusia privatizó pero de una manera
que creó monopolios privados, controles económicos privados centralizados que
reemplazaron los controles centralizados del gobierno. Resulta que el imperio
de la ley es probablemente más básico que la privatización. La privatización no
tiene sentido si no se tiene el imperio de la ley. ¿Qué significa privatizar si
no se tiene seguridad de la propiedad, si no se puede utilizar la propiedad
como lo desee?
Otros
explicaron con más detalle la racionalización de Friedman, argumentando que sin
ese “imperio de la ley” para proteger su propiedad privada, los
nuevos propietarios privados de las industrias de Rusia eran incentivados a
saquear sus compañías lo más rápido posible por temor a que el Estado volviera
a robárselas. Por cierto, toda esta racionalización se debilitó porque los
oligarcas rusos robaron sus compañías para comenzar, y los ladrones tienden a
robar lo que han robado. Pero no importa, la ideología libertaria se salvó, ya
que declararon que el experimento de privatización de rusia "no fue un
auténtico libre mercado" porque no existía el “imperio de la
ley” de Friedrich Hayek.
OLIGARQUIA EN LA TIERRA DEL CAPITALISMO
El motivo
por el cual menciono esto ahora es porque durante el mes pasado, uno de los
oligarcas más rapaces de EE.UU., Aubrey McClendon, fue sacado a la luz por
Reuters por saquear Chesapeake Energy, el segundo productor de gas natural del
país después de Exxon-Mobil. Se descubrió que McClendon, cofundador, director
ejecutivo y hasta hace algunas semanas presidente de Chesapeak, dirigía un hedge fund dentro de Chesapeake,
beneficiándose personalmente de paso de grandes posiciones de negociación que
su sociedad anónima Chesapeake tenía en los mercados de gas y petróleo.
Reuters
también descubrió que McClendon adquirió pequeñas participaciones personales de
pozos de gas natural comprados por Chesapeake, luego pedía prestado contra las
reservas de los pozos de los mismos bancos a los que Chesapeake pedía prestado,
básicamente, los bancos lo sobornaban de paso con ventajosos acuerdos de
préstamos mientras McClendon organizaba préstamos menos que ventajosos a su
sociedad anónima, Chesapeake enviaba las utilidades de los bolsillos de los
accionistas y empleados de Chesapeake a los bancos y a las cuentas de Aubrey.
Los
perdedores en todo esto, como siempre, empleados, jubilados, y accionistas.
Como informó Reuters, Chesapeake pertenece a un pequeño puñado de compañías
cuyos paquetes de jubilación 401k consisten sobre todo de acciones de
Chesapeake, y la compañía exige que los empleados conserven sus acciones
durante el período máximo permitido por la ley:
Miles de
trabajadores de Chesapeake tienen carteras de inversiones para su
jubilación invertidas en acciones de Chesapeake, que han bajado
fuertemente después de las revelaciones de los negocios del Ejecutivo Jefe,
Aubrey K. McClendon.
Pero
mientras los inversionistas al por menor e institucionales han vendido sus
acciones, los empleados no tienen siempre esa opción.
A
McClendon no es la primera vez que le pillan saqueando Chesapeake a costa
de los accionistas, inversionistas en el fondo de pensiones y empleados: En
2008, McClendon apostó y perdió cerca de 2.000 millones de dólares en acciones
de Chesapeake Energy que poseía –el 94% de la participación personal de
Aubrey en Chesapeake– en una exigencia de depósito cuando cayeron los
precios de gas natural. Ya veis, Aubrey apostó a que los precios del gas
natural seguirían subiendo vertiginosamente.
Pero como sus pares de la oligarquía, la pérdida de Aubrey se
convirtió en la pérdida de todos, menos de Aubrey: Obtuvo un “rescate de
director ejecutivo” de su consejo de administración que le gratificó con
una “bonificación” de 75 millones de dólares, lo que aumentó su
remuneración total en 2008 a 112 millones, convirtiéndole en el director
ejecutivo mejor pagado de EE.UU. Corporativo en ese año. Incluso a pesar de que las
utilidades de Chesapeake bajaron a la mitad y sus acciones cayeron un 60%
eliminando hasta 33.000 millones de dólares de riqueza de los accionistas.
Ahora nos
informan de que Aubrey se estaba beneficiando ese mismo año a costa de
Chesapeake.
Hay tanto
más que odiar de Aubrey McClendon que esto, los millones que McClendon entregó
a la organización anti-gay de Gary Bauer “Estadounidenses unidos para
preservar el matrimonio” y a los Veteranos por la Verdad Swift Boat, el
papel que McClendon y su esposa heredera de Whirlpool en el robo de tierra del
frente marino de Benton Harbor, un barrio bajo afroestadounidense y la ciudad
más pobre de Michigan, a fin de expandir un campo de golf de un country club
exclusivo para residentes de St. Joseph, donde McClendon posee varios terrenos.
La esposa de McClendon, Katie, es de St. Joseph, así como el primo de Katie,
Fred Upton, el congresista republicano de St. Joseph. Aubrey y su esposa son
estos días lo que pasa por realeza (sin nobleza obliga): Katie de la fortuna
Whirlpool, Aubrey como heredero de la fortuna Kerr-McGee. (Si habéis visto la
película Silkwood
recordaréis Kerr-McGee como la compañía que liquidó a la activista sindical
interpretada por Meryl Streep).
Solo es una de las muchas historias de sociedades anónimas
que se han transformado en confabulaciones para saquear y robar al público
y enriquecer a un puñado ínfimo de oligarcas. Lo vimos en los años ochenta
cuando Reagan desreguló los Ahorros y Préstamos, que rápidamente se transformaron
en un medio de saqueo, fraude y pillaje; lo vimos en los años 2000 después de
la desregulación del sector financiero.
El
problema es mucho más profundo que el fetiche del “imperio de la
ley” de Milton Friedman. “El “imperio de la ley” no es
más que otra distracción para encubrir el continuo saqueo, fracaso y crueldad
de la oligarquía. El problema es sistémico, y más importante aún, ideológico.
Todavía operamos según las mismas premisas neoliberales/libertarias que
heredamos de la era de Hayek-Mises-Friedman, una ideología que considera que
nociones como “el bien público” son en el mejor de los casos
extrañas y falsas ilusiones, tan opuestas a la actual, aún dominante, aún
existente ideología fundacional, que dice que libertad es lo mismo que la
implacable busca del egoísmo individual, la adquisición ilimitada de propiedad
privada y riqueza, enmarcada dentro de un frío y materialista “imperio de
la ley”.
Es donde
comienza el problema. Por eso, cada semana, podría relatar otra historia de
otro Aubrey McClendon o Dick Parsons y nunca terminarán hasta que la ideología
que las posibilita sea enterrada.