Un excelso articulo de TomDispatach, sobre
las 2 guerras más representativas de la violenta historia de Estados Unidos,
Vietnam fue casi exterminando pero no claudicaron a pesar de su inferioridad
ante la maquina de Guerra más poderosa, y esta fue la primera derrota del
Imperio dejando casi 3.8 millones de muertos en Vietnam, y 55,000 soldados del
US Army.
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Pham To tenía un aspecto estupendo para sus 78 años de edad (al menos,
esa era la edad que él pensaba que tenía). Su cabello era fino, canoso, y le
raleaba en las sienes, pero sus ojos eran vivaces y su físico robusto, todo
ello resultaba notable teniendo en cuenta por todo lo que había pasado. Le
escuché atentamente, como hice siempre tantas veces ante tantas historias
similares, pero lo que me relataba estaba más allá de mi capacidad de
comprensión. Es probable que también de la de Vds.
Pham To
me dijo que los aviones empezaron sus series de bombardeos en 1965 y que los
lanzamientos periódicos de artillería se iniciaron también en esa época. Nadie
sabrá nunca cuántos civiles murieron en los años que siguieron. “El
número es incalculable”, me dijo un día de primavera de hace pocos años
en un pueblo situado en las montañas del centro del Vietnam rural. “Murió
tanta gente”.
Y eso
sólo fue a peor. Lo que sobrevino a continuación fueron los defoliantes
químicos, que arrasaban la tierra. También empezaron a ametrallar a los civiles
desde los helicópteros. En 1969, las bombas y la artillería no descansaban ni
de día ni de noche. Muchos campesinos huyeron. Algunos se dirigieron hacia las
zonas profundas de la montaña, cambiando el terror de una muerte inminente por
una lucha diaria de miseria y privación; otros se vieron obligados a dirigirse
hacia míseras zonas donde se intentaba reasentar a los refugiados. Los que se
quedaban en sus pueblos sufrían aún más cuando aparecían los soldados. Siempre
les quemaban las casas. Golpeaban y pateaban a la gente. Disparaban a los
hombres cuando corrían presos del miedo. Violaban a las mujeres. Una mañana,
los soldados estadounidenses masacraron y liquidaron a veintiuno de sus
vecinos. Todo esto representó la Guerra de Vietnam para Pham To, lo mismo que
para muchos vietnamitas de las zonas rurales.
Al principio de la Guerra de Iraq, y durante los años que siguieron, expertos, veteranos, políticos y estadounidenses de a pie se preguntaron si la debacle de EEUU en el Sureste Asiático se estaba repitiendo. ¿Habría “ otro Vietnam ”? ¿Se convertiría en otro “ atolladero ”?
Lo mismo
puede decirse de Afganistán. Años después del 11-S y como esa guerra también se
ha ido a pique, las preguntas sobre el “ Vietnam de Obama ” empezaron a plantearse cada vez
con mayor frecuencia. De hecho, en octubre de 2009, una mayoría de
estadounidenses había llegado a creer que estaba “ convirtiéndose en otro Vietnam ”.
En
aquellos años, incluso “Vietnam” mostraba una sorprendente doble analogía , al menos después de que los generales
empezaran a leer y citar textos
revisionistas sobre esa guerra. Afirmaban,
a pesar de todas las apariencias, que el ejército estadounidense había ganado
realmente en Vietnam (antes de que los políticos, los medios y el movimiento
antibelicista les arrebataran tal triunfo). Esa misma fórmula de éxito,
insistían, podría utilizarse para triunfar de nuevo. Y así fue como sacaron a
relucir una solución fallida de aquella fracasada guerra: la contrainsurgencia,
o COIN (por sus siglas en inglés), como la panacea militar del desastre
inminente.
Las comparaciones objeto de debate entre las dos guerras en
curso y la guerra que de alguna forma nunca se fue, llenaron de basura los periódicos, revistas e Internet, hasta que David
Petraeus, un alto general COINdinista que había escrito su tesis
doctoral sobre las “lecciones” de la Guerra de Vietnam, fue
llamado para resolver el asunto poniendo a trabajar esas lecciones a fin de
ganar las otras dos guerras. Al final, como cabía esperar, las tropas
estadounidenses fueron expulsadas de Iraq mientras que la guerra en Afganistán
prosigue su marcha hasta este mismo día, aunque sombríamente estancada y
complicada ahora con los ataques de “ verde sobre azul ” o “desde dentro”
contra las fuerzas estadounidenses, mientras que el mismo general, que volvió a
Washington como director de la CIA para ejecutar guerras clandestinas en Pakistán y Yemen , tuvo que retirarse en desgracia tras
un escándalo sexual.
Sin
embargo, a pesar de toda la tinta vertida acerca de las “ analogías
con Vietnam ”, prácticamente ninguno de los expertos, historiadores,
generales, políticos u otros miembros de las clases intelectualoides se refirió
nunca a la Guerra de Vietnam de la misma forma en que lo hizo Pham To. Así fue
como se las arreglaron para perder el único paralelismo constante entre las
tres guerras desencadenadas por EEUU en los tres lugares: el sufrimiento de los
civiles.
En cuanto
a todas las diferencias, analogías chapuceras y comparaciones tortuosas, ha
habido un hilo conductor en las guerras exteriores de Washington del último
medio siglo por el que, al menos en años recientes, los estadounidenses no han
mostrado ni el menor interés: la miseria de los nacionales locales. El
sufrimiento de los civiles es, de hecho, la característica que define en
general las guerras
modernas , aunque apenas se mencione en las altas esferas del poder o en
los medios dominantes .
Pham To fue afortunado. Él y Pham Thang, otra víctima y vecino suyo, me dijeron que de las dos mil personas que vivían en su pueblo antes de la guerra, solo trescientas lograron sobrevivir. Los bombardeos, los ametrallamientos, las masacres, las enfermedades y el hambre estuvieron a punto de exterminar todo su asentamiento. “Había tantas personas hambrientas”, dijo Pham Thang. “Sin comida, muchos murieron. Otros enfermaron y al no disponer de medicamentos ni atención sanitaria, también murieron. Después estaban los bombardeos y los proyectiles, que se llevaron aún más vidas. Todos ellos murieron como consecuencia de la guerra”.
Dejando a un lado a los que perecieron de enfermedades, hambre o falta de atención sanitaria, al menos 3,8 millones de vietnamitas murieron de forma violenta durante la guerra, según los investigadores del Harvard Medical School y de la Universidad de Washington. La estimación más aproximada que tenemos es que dos millones de ellos eran civiles. Utilizando una extrapolación muy conservadora, esto sugiere que 5,3 millones de civiles resultaron heridos durante la guerra, de un total global de 7,3 millones de víctimas civiles vietnamitas. A esas cifras podrían añadirse aproximadamente 11,7 millones de vietnamitas obligados a huir de sus hogares y convertirse en refugiados, más 4,8 millones rociados con herbicidas tóxicos como el Agente Naranja, aproximadamente entre 800.000 y 1,3 millones de huérfanos de guerra y un millón de viudas de guerra.
Las
cifras son aterradoras, el sufrimiento incalculable, la miseria casi
incomprensible para la mayoría de los estadounidenses, aunque quizá no para un
iraquí. Nadie sabrá nunca cuántos iraquíes
murieron a raíz de la invasión estadounidense en 2003. En un país
con una población aproximada de unos 25 millones en aquel momento, una muy debatida
investigación –cuyos resultados fueron publicados en la revista médica
británica The Lancet- sugería que hasta el año 2006 había habido un “ exceso de
muertes ” violentas de más de 601.000. Otro estudio indicaba que en
2007 habían muerto más de 1,2 millones de civiles iraquíes a causa de la guerra (y de
los diversos conflictos internos provocados por la misma). Associated Press
registró 110.600 muertes a principios de 2009. Una investigación
realizada con familias iraquíes fijaba en junio de 2006 la cifra de muertes
violentas en 151.000 . Documentos oficiales hechos públicos por
WikiLeaks contaban hasta 109.000 muertes, incluyendo las de 66.081 civiles,
entre 2004 y 2009. Iraq
Body Count ha recogido hasta 121.220 casos documentados sólo de muertes
violentas de civiles.
Y tenemos
también los 3,2 millones de iraquíes internamente desplazados o que
tuvieron que huir hacia otras tierras para encontrar solo incertidumbre y
privaciones en lugares como Jordania, Irán y Siria, tan asolada ahora por la
guerra. En 2011, el 9% o más de las mujeres iraquíes, hasta alcanzar un millón , eran viudas (una cifra que se disparó en los
años de la invasión estadounidense). Una investigación reciente halló que entre
800.000
y un millón de niños iraquíes había perdido a uno o a ambos padres, una
cifra que no deja de crecer con la continuada violencia que EEUU desató y nunca
erradicó.
Seguramente
que también muchos afganos podrían relatar lo que Pham To y millones de
víctimas vietnamitas de la guerra soportaron. Desde hace más de treinta años,
Afganistán, excepto algún raro período, ha estado en guerra. Todo empezó con la
invasión soviética en 1979 y con el apoyo de Washington a algunos de los militantes islámicos
más extremistas que se oponían a la invasión rusa del país.
La última
reiteración de la guerra allí empezó en 2001 con la invasión estadounidense y
de las fuerzas aliadas, y desde entonces se ha llevado las vidas de muchos miles de
civiles en bombardeos aéreos y en bombas que estallan junto a las carreteras , en ataques suicidas y ataques de helicópteros , en asaltos nocturnos y odiosas masacres . Innumerables afganos han muerto también
al carecer de acceso a los cuidados sanitarios (hay sólo dos
doctores por cada 10.000 afganos) y por congelación , incluyendo impactantes noticias de niños
congelándose hasta morir en los campos de refugiados el pasado
invierno y de nuevo este año. Formaban parte de los cientos de miles
de afganos que han sido desplazados internamente durante la guerra. Varios millones
más viven como refugiados fuera del país, la mayoría en Irán y Pakistán . De las mujeres que permanecen en el país, la
cifra de viudas alcanza los dos millones . Además, se estima que hay ya dos millones de huérfanos afganos. No es de extrañar que el
sondeo de Gallup del pasado verano hallara que el 96% de
los afganos afirman que están “sufriendo” o “luchando”
y sólo el 4% sentían que estaban en situación “boyante”.
Para la
mayoría de los estadounidenses, este tipo de implacable miseria relacionada con
la guerra es incomprensible. Muy pocos han experimentado nunca a nivel personal
nada parecido a lo que sus dólares en impuestos han causado en el Sureste
Asiático, en el Oriente Medio, en el Suroeste Asiático en los últimos cincuenta
años. Y aunque sí que disponemos ya de cifras sorprendentes de pobreza y privaciones, muy pocos
son conscientes de lo que es tener que vivir un año de guerra –y no
digamos diez, como le ocurrió a Pham To- bajo la constante amenaza de ataques
aéreos, fuego artillero y violencia perpetrados por tropas de tierra
extranjeras.
No
obstante, aunque sea como mero experimento mental, consideremos por un momento
cómo podría ser esa situación en términos estadounidenses. Imagínense que EEUU
ha vivido una ocupación de una fuerza militar extranjera. Imagínense que hay
millones o incluso decenas de millones de civiles estadounidenses muertos o
heridos como consecuencia de una invasión y de los enfrentamientos civiles
resultantes.
Imagínense
un país en el cual unos jóvenes extranjeros, armados hasta los dientes, con
uniformes extraños, cascos en la cabeza e imponentes armaduras puedan tirar de
una patada la puerta de tu casa en la oscuridad de la noche, gritando cosas en
un lenguaje que no puedes comprender. Imagínenselos rebuscando en los cajones,
volcando los muebles, manteniéndoles a punta de pistola, amenazando a su marido
o a su hijo o a su hermano, y marchándose con él en medio de la noche.
Imagínense, asimismo, un país en el que esos extranjeros maten a los
“insurgentes” estadounidenses y después les desnuden de forma rutinaria; en el que esas tropas
ocupantes se orinen sobre los cadáveres estadounidenses (y graben videos
de tal acción); o tomen fotos de las “ piezas cobradas ”; o les mutilen ; o posen con partes del cuerpo de los estadounidenses muertos; o de vez
en cuando –por razones que escapan a su comprensión- se dediquen a matar y violar a sus amigos y vecinos.
Imaginen
por un momento una violencia tan extrema que Vds. y millones como Vds. tienen
que escapar de sus hogares e instalarse en míseros campos de refugiados o en
los anillos de barrios de chabolas que rodean las ciudades más cercanas.
Imaginen que tienen que cambiar su hogar por otro donde no hay electricidad ni
calor, que muy posiblemente estará hecho de residuos con un tejado de metal
corrugado que produce un estruendo cada vez que llueve. Después imaginen que
tienen que vivir allí durante meses, cuando no años.
Imaginen
que las cosas van tan mal que deciden cruzar andando la frontera mexicana para
vivir una existencia plena de incertidumbre, planteándose siempre si habrá más violencia y
más pobreza en la nación anfitriona que hará que les expulsen de ahí de nuevo y si podrán volver a su hogar en
EEUU. Imaginen vivir todas esas realidades día tras día durante más de una
década.
Después
de desastres naturales como el de los Huracanes Katrina o Sandy, cifras
reducidas de estadounidenses experimentaron brevemente algo de lo que millones
de víctimas de la guerra –vietnamitas, iraquíes, afganos y otros- han
tenido a menudo que soportar durante una parte significativa de sus vidas. Pero para todos los que se hallan en las zonas de las
guerras de EEUU, no habrá telemaratones
, ni conciertos benéficos ni recogida de fondos vía mensajes de texto .
Pham To y
Pham Thang tuvieron que enterrar los cuerpos de sus familiares, amigos y
vecinos después de que las tropas estadounidenses les masacraran al pasar de
patrulla por sus pueblos. Tuvieron que reconstruir sus hogares y sus vidas tras
la guerra con muy, muy escasa ayuda. Una cosa fue tan cierta para ellos como lo
ha sido para los iraquíes y afganos traumatizados por la guerra de nuestros
días: ninguna luminaria de Hollywood hizo cola para ayudar a recoger fondos
para ellos o su pueblo. Y nunca lo harán.
“Perdimos
tanta gente, tantas cosas. Y esta tierra se vio también afectada por el Agente
Naranja. Has venido a escribir sobre la guerra, pero nunca podrás conocer toda
la historia”, me dijo Pham Thang. Después se volvió cauteloso.
“Ahora, nuestros dos gobiernos, nuestros dos países, viven en paz y
armonía. Y nosotros sólo queremos recuperar la vida que teníamos aquí. Sufrimos
grandes pérdidas. El gobierno estadounidense debería ofrecer ayuda para que
aumentara el nivel de vida local, proporcionar mejor asistencia sanitaria y
construir infraestructuras, como mejores carreteras”.
No hay
duda de que muchos iraquíes y afganos expresarían sentimientos parecidos, a
pesar de la última década de debacles estadounidenses construyendo nación en sus zonas de guerra .
Quizá incluso le digan el mismo tipo de cosas a un periodista estadounidense
dentro de varias décadas.
En los años de Vietnam, hubo al menos un movimiento antibélicista en este país que incluyó a muchos veteranos de Vietnam , que hicieron sinceros esfuerzos para poner de relieve el sufrimiento que sabían estaban soportando los civiles a niveles casi inimaginables . En cambio, en los más de diez años desde el 11-S, con muy raras excepciones , los estadounidenses han permanecido escandalosamente indiferentes ante sus distantes guerras, ignorando por completo todo lo que debía conocerse acerca del sufrimiento causado en su nombre.
Cuando
estaba poniendo fin a mi entrevista, Pham Thang me preguntó por el propósito de
la última hora y media de preguntas que le había hecho. A través de mi
intérprete, le expliqué que la mayoría de los estadounidenses no sabían
prácticamente nada del sufrimiento soportado por los vietnamitas durante la
guerra y que la mayor parte de los libros escritos sobre esa guerra en mi país
también lo habían pasado por alto. Quería, le dije, ofrecer por vez primera a
los estadounidenses la oportunidad de oír las experiencias de los vietnamitas
normales y corrientes.
“Si
el pueblo estadounidense conociera esos hechos, si supieran del sufrimiento que
la guerra causó al pueblo de Vietnam, ¿cree Vd. que se compadecerían de
nosotros?”
Nick
Turse es editor asociado de TomDispatch.com . Laureado periodista, sus trabajos
se publican en Los Angeles Times, The Nation y, con regularidad, en TomDispatch
. Es autor de varios libros, el más reciente de los cuales es “ Kill Anything that Moves: The Real American War in Vietnam ”
(The American Empire Project, Metropolitan Books). Es también autor de “ The Changing Face of Empire: Special Ops, Drones,
Spies, Proxy Fighters, Secret Bases, and Cyberwarfare ” (Haymarket Books). El presente artículo es la última parte
de su serie acerca del cambiante rostro del imperio estadounidense, proyecto
financiado por la Fundación Lannan. Pueden seguirle en Tumbrl .
Fuente
original:http://www.tomdispatch.com/post/175635/tomgram%3A_nick_turse%2C_a_war_victim%27s_question_only_you_can_answer/#more