Les dejo este artículo del Maestro Chomsky sobre la crisis Ucraniana…
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La
crisis actual en Ucrania es seria y amenazante, tanto que algunos
comentaristas la comparan con la crisis de los misiles en Cuba, en 1962.
El
columnista Thanassis Cambanis resume el meollo del asunto en The Boston
Globe: “La anexión de Crimea por (el presidente ruso Vladimir) Putin es
una ruptura del orden en el que Estados Unidos y sus aliados confían
desde el fin de la guerra fría, en el que las grandes potencias sólo
intervienen militarmente cuando tienen consenso internacional a su favor
o, en ausencia de él, cuando no cruzan las líneas rojas de una potencia
rival”.
Por
lo tanto, el crimen internacional más grave de esta era, la invasión de
Irak por Estados Unidos y Gran Bretaña, no fue una ruptura del orden
mundial porque, aunque no obtuvieron apoyo internacional, los agresores
no cruzaron líneas rojas rusas o chinas.
En
contraste, la anexión rusa de Crimea y sus ambiciones en Ucrania cruzan
líneas estadunidenses. En consecuencia, Obama se concentra en aislar a
la Rusia de Putin, cortando sus lazos económicos y políticos con el
mundo exterior, limitando sus ambiciones expansionistas en su propio
vecindario y convirtiéndola de hecho en un Estado paria, informa Peter
Baker en The New York Times.
En
suma, las líneas rojas estadunidenses están firmemente plantadas en las
fronteras de Rusia. Por consiguiente, las ambiciones rusas en su propio
vecindario violan el orden mundial y crean crisis.
Este
aserto es de aplicación general. A veces se permite a otros países
tener líneas rojas en sus fronteras (donde también se ubican las líneas
rojas de Estados Unidos). Pero no a Irak, por ejemplo. Ni a Irán, al que
Washington amenaza continuamente con ataques (ninguna opción se retira
de la mesa).
Tales
amenazas violan no sólo la Carta de Naciones Unidas, sino también la
resolución de condena a Rusia de la Asamblea General, que Estados Unidos
acaba de firmar. La resolución comienza subrayando que la Carta de la
ONU prohíbe la amenaza o el uso de la fuerza en asuntos internacionales.
La
crisis de los misiles en Cuba también puso de relieve las líneas rojas
de las grandes potencias. El mundo se acercó peligrosamente a la guerra
nuclear cuando el entonces presidente John F. Kennedy rechazó la oferta
del primer ministro soviético Nikita Kruschov de poner fin a la crisis
mediante un retiro público simultáneo de los misiles soviéticos de Cuba y
los misiles estadunidenses de Turquía. (Ya estaba programada la
sustitución de los misiles de Estados Unidos por submarinos Polaris,
mucho más letales, parte del enorme sistema que amenaza con destruir a
Rusia.)
En
aquel caso también, las líneas rojas de Estados Unidos estaban en la
frontera de Rusia, lo cual era un hecho aceptado por todos los
involucrados.
La
invasión estadunidense de Indochina, como la de Irak, no cruzó líneas
rojas, como tampoco muchas otras depredaciones estadunidenses en el
mundo. Para repetir este hecho crucial: a veces se permite a los
adversarios tener líneas rojas, pero en sus fronteras, donde también
están colocadas las líneas rojas estadunidenses. Si un adversario tiene
ambiciones expansionistas en su propio vecindario y cruza las líneas
rojas estadunidenses, el mundo enfrenta una crisis.
En
el número actual de la revista International Security, de Harvard-MIT,
el profesor Yuen Foong Khong, de la Universidad de Oxford, explica que
existe una larga (y bipartidista) tradición en el pensamiento
estratégico estadunidense: gobiernos sucesivos han puesto énfasis en que
un interés vital de Estados Unidos es prevenir que una hegemonía hostil
domine alguna de las principales regiones del planeta.
Además,
existe consenso en que Estados Unidos debe mantener su predominio,
porque la hegemonía estadunidense es la que ha sostenido la paz y la
estabilidad regionales, eufemismo que se refiere a la subordinación a las demandas estadunidenses.
Como
son las cosas, el mundo opina diferente y considera a Estados Unidos un
Estado paria y la mayor amenaza a la paz mundial, sin un competidor
siquiera cercano en las encuestas. Pero, ¿qué sabe el mundo?
El
artículo de Khong se refiere a la crisis causada por el ascenso de
China, que avanza hacia la primacía económica en Asia y, como Rusia,
tiene ambiciones expansionistas en su propio vecindario, con lo cual
cruza las líneas rojas estadunidenses. El reciente viaje del presidente
estadunidense Obama a Asia tenía el objetivo de reafirmar la larga (y
bipartidista) tradición, en lenguaje diplomático.
La
casi universal condena de Occidente a Putin hace referencia al discurso
emocional en el que el gobernante ruso explicó con amargura que Estados
Unidos y sus aliados “nos han engañado una y otra vez, han tomado
decisiones a nuestras espaldas y nos han presentado hechos consumados,
con la expansión de la OTAN en Oriente, con el emplazamiento de
infraestructura militar en nuestras fronteras. Siempre nos dicen lo
mismo: ‘Bueno, esto no tiene que ver contigo’”.
Las
quejas de Putin tienen sustento en hechos. Cuando el presidente
soviético Mijail Gorbachov aceptó la unificación de Alemania como parte
de la OTAN –concesión asombrosa a la luz de la historia–, hubo un
intercambio de concesiones. Washington acordó que la OTAN no se movería
un centímetro hacia el este, en referencia a Alemania Oriental.
La
promesa fue rota de inmediato y, cuando el presidente soviético Mijail
Gorbachov se quejó, se le indicó que sólo había sido una promesa verbal,
carente de validez.
Luego
William Clinton procedió a expandir la OTAN mucho más al este, hacia
las fronteras de Rusia. Hoy día hay quienes instan a llevarla hasta la
misma Ucrania, bien dentro del vecindario histórico de Rusia. Pero eso
no tiene que ver con los rusos, porque la responsabilidad de Estados
Unidos de sostener la paz y la estabilidad requiere que sus líneas rojas
estén en las fronteras rusas.
La
anexión rusa de Crimea fue un acto ilegal, violatorio del derecho
internacional y de tratados específicos. No es fácil hallar algo
comparable en años recientes: la invasión de Irak fue un crimen mucho
más grave.
Sin
embargo, viene a la mente un ejemplo comparable: el control
estadunidense de la bahía de Guantánamo, en el sureste de Cuba. Fue
arrebatada a punta de pistola a Cuba en 1903, y no ha sido liberada pese
a las constantes demandas cubanas desde el triunfo de la revolución, en
1959.
Sin
duda Rusia tiene argumentos más sólidos a su favor. Aun sin tomar en
cuenta el fuerte apoyo internacional a la anexión, Crimea pertenece
históricamente a Rusia; cuenta con el único puerto de aguas cálidas en
Rusia y alberga la flota rusa, además de tener enorme importancia
estratégica. Estados Unidos no tiene ningún derecho sobre Guantánamo, de
no ser su monopolio de la fuerza.
Una
de las razones por las que Washington rehúsa devolver Guantánamo a
Cuba, presumiblemente, es que se trata de un puerto importante, y el
control estadunidense representa un formidable obstáculo al desarrollo
cubano. Ese ha sido un objetivo principal de la política estadunidense a
lo largo de 50 años, que incluye terrorismo en gran escala y guerra
económica.
Estados
Unidos se dice escandalizado por las violaciones a los derechos humanos
en Cuba, pasando por alto que las peores de esas violaciones se cometen
en Guantánamo; que las acusaciones válidas contra Cuba no se comparan
ni de lejos con las prácticas regulares entre los clientes
latinoamericanos de Washington, y que Cuba ha estado sometida a un ataque severo e implacable de Estados Unidos desde el triunfo de su revolución.
Pero
nada de esto cruza las líneas rojas de nadie ni causa una crisis. Cae
en la categoría de las invasiones estadunidenses de Indochina e Irak,
del rutinario derrocamiento de regímenes democráticos y la instalación
de despiadadas dictaduras, así como de nuestro espantoso historial de
otros ejercicios para sostener la paz y la estabilidad.
Noam Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, Mass.