Les dejo este artículo sobre Libia y Egipto y el origen de sus cambios
EL CAIRO, Egipto.— No son ninis, que ni estudian ni trabajan porque ya estudiaron, de hecho ya terminaron la carrera, hablan al menos dos idiomas, están acostumbrados a navegar en internet y son usuarios frecuentes de las redes sociales, las nuevas tecnologías y los medios de comunicación alternativos... pero no tienen chamba. Yanis, porque ya estudiaron pero no trabajan.
Integran el grupo poblacional más nutrido de los países islámicos y han puesto en jaque a sus gobiernos: tumbaron al dictador en Túnez, obligaron a que el rey de Jordania destituyera a todo su gobierno y quebraron la dictadura de tres décadas en Egipto. El siguiente en su mira, Muammar Gaddafi en Libia.
Los yanis están enrachados. Sus días de fiesta tras el derrumbe del egipcio Hosni Mubarak han concluido y ahora les preocupa el Consejo Supremo Militar que se quedó al mando con todo el gabinete de aliados del dictador. Quieren cambiar la constitución, celebrar elecciones libres a la brevedad y mientras avanzar en una transición con un gobierno que realmente los represente, no con los sirvientes del enemigo. Pero en lo que terminan de reconstruir y redimensionar Túnez y Egipto, su prioridad se ha vuelto Libia.
"Siento que tengo que ir y pelear ahí (en Libia). Este loco tiene que parar ya. Alguien lo tiene que matar”, nos dice en su casa de un barrio clasemediero de El Cairo, Nawarra Negm, una bloguera de la plaza de Tahrir que por sus capacidades de expresión en inglés fue arrastrada por la ola revolucionaria a volverse vocera del movimiento y conceder entrevistas a medios de comunicación internacionales, ávidos de encontrar las personalidades con influencia en el grupo opositor de esta revuelta sin caudillos.
Se rieron de Gadaffi en su más reciente discurso. Cuentan que es la “patada de ahogado” que siempre asestan los dictadores antes de caer (recuerdan a Mubarak defendiéndose el jueves en la noche en la televisión y huyendo el viernes por la mañana), el último coletazo del dragón, que también mata. Y quieren ir a pelear del otro lado de su frontera oeste.
El mundo islámico está contagiado. Los movimientos que estallaron inicialmente por la carestía de los alimentos y la frustración de los yanis ante la falta de oportunidades han colocado por encima de todas sus demandas la libertad, el fin de los regímenes autoritarios en toda la región. La demanda económica es ahora una exigencia política. Y está quedando bastante claro que el gobernante —sea rey, se diga presidente y/o viva como faraón— que no dé su brazo a torcer va a terminar en el basurero de la historia.