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La revuelta árabe de los hijos del Facebook
La de Hosni Mubarak es una fortuna personal estimada en mil 700 millones de dólares. De sus 83 años de edad, 30 años los lleva ejerciendo el poder egipcio, esa inexplicable fortuna, es una de las mejores figuras que sintetiza y explica el motivo esencial que tiene volcados en las calles y apostados en la Plaza de Tahrir (la plaza de la liberación), El Cairo, a cientos de miles de egipcios que claman por el cambio democrático y repudian la corrupción de una clase política que combinó negocios con gobierno. Los jóvenes son los actores centrales de las manifestaciones y han hecho de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, principalmente de las redes sociales como Facebook, uno de los instrumentos de ese movimiento democratizador. Que así esté sucediendo es una verdadera esperanza no sólo para el mundo árabe, sino para Occidente en general, que necesita de ese enfoque como reforzamiento del sistema democrático en el que la corrupción no puede quedar impune, y el derecho a la información debe garantizarse plenamente. Lo más significativo es que se trata de un oleaje que empezó en Túnez, tiene fuerte impulso en Egipto, despierta en Yemen y se asoma en Marruecos. Cuatro países donde los gobiernos han buscado el control de Internet, no obstante que en el primero de éstos tuvo su sede hace seis años la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información. Con ese motivo tuve la oportunidad de estar en esa región del norte de África en el 2005 y comprobar, al mismo tiempo que participaba en las discusiones sobre la expansión de Internet, las dificultades de acceso a la red en el perímetro más inmediato a la sede de la cumbre.
De ahí que me parezca sensacional escuchar y leer que la nueva Intifada tiene como su más fuerte base social a “los hijos del Facebook”, como los ha llamado el premio Nobel de Química del año 1999, Ahmed Hassan Zewail, profesor universitario. Conozco opiniones que restan importancia a las redes sociales en el cambio que se produce en Medio Oriente. Pero hay hechos significativos que demuestran que esa instrumentalización ha resultado estratégica, el más importante, es que los medios tradicionales se nutren de los contenidos de esas páginas, del periodismo civil que se coloca en Facebook y de los textos que merecen retweet entre los universitarios árabes del mundo. Quizá el que mejor nos da cuenta de esa importancia, porque siente pasos en la azotea, es el presidente de Libia, Muamar el Gadafi, que por televisión dijo a los jóvenes: “También vosotros, hermanos tunecinos, estáis leyendo quizá los kleenex y esa palabrería en Internet” (Kleenex es como llama Gadafi a WikiLeaks). “Cualquier inútil, cualquier mentiroso, cualquier borracho, cualquier drogado, puede decir lo que quiera en Internet, y vosotros lo leéis y os lo creéis… ¿Vamos a convertirnos en víctimas de Facebook, y el Kleenex, y YouTube?”.