Les dejo este artículo del periodista José Cárdenas, muy interesante
Algo en lo que se coincide es que el desenlace será inesperado.
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Esta
vez dejemos de lado la insana distancia con la realidad internacional
para atisbar el lejano horizonte ucraniano; prestar atención a un foco
rojo encendido en señal de amenaza para la paz. La internacionalista
Iliana Rodríguez Santibáñez, académica del Tec de Monterrey —campus
Ciudad de México— nos ayuda a entender la nueva disputa por Ucrania.
Para comenzar, los peligrosos niveles de tensión en aquel ombligo de la
discordia son motivo suficiente para escuchar de nuevo los ecos de la
Guerra Fría a 25 años de la caída del muro de Berlín. Las disputas entre
Rusia y Europa, la importancia geopolítica de Ucrania y Crimea y hasta
las obsesiones personales de Vladimir Putin complican la posibilidad de
acuerdos definitivos.
El
derrocamiento del primer ministro Víktor Yanukóvich —incondicional del
Kremlin— precipitó la movilización de 16 mil tropas rusas en Crimea,
apelando al principio internacional de la autoprotección ante el riesgo
que corre la población ruso-parlante tras la caída del régimen legal.
Para el gobierno ruso, la importancia de Ucrania y Crimea es simbólica y
geográfica. Crimea es la puerta de entrada al Mar Negro… y mantener a Kiev bajo su influencia representa reafirmar el poderío de la gran potencia de Europa del Este.
Para la Unión Europea y Estados Unidos el tema es puramente
estratégico. Por Ucrania circula 30% del gas natural que abastece al
continente europeo. Del control de esa región depende el abasto
energético de países como Alemania, Austria, Francia, Hungría y Polonia.
Este hecho explica por qué de la ayuda financiera anunciada por
Washington —y hoy jueves desde Bruselas— con la canalización de casi 16
mil millones de dólares, los cuales ayudarían a Kiev a salir de la
emergencia y, de paso, reducirían la dependencia con Rusia, mantenida a
fuerza por el derrocado Yanukóvich. Occidente pretende cerrar la pinza
con amagos de sanciones económicas contra Rusia. Moscú no se queda de
brazos cruzados; amenaza confiscar activos de empresas pertenecientes a
las naciones rivales a su política en Ucrania.
Si la tensión persiste y se cumplen las advertencias en uno y otro
bando, el resultado podría ser catastrófico. Más allá de una posible
intervención militar, el choque de fuerzas amenaza con poner fin a dos
décadas y media de acercamiento y diálogo. Se cortaría de tajo cualquier
posibilidad de entendimiento en temas tan sensibles como el control
nuclear y el freno al desarrollo de la energía atómica en países
contrarios a los intereses de Occidente. El arreglo se complica por
la división persistente en la propia sociedad Ucraniana. Encuestas y
elecciones muestran una profunda polarización a ambos lados del río
Dniéper… entre la mitad simpatizante con Europa y la mitad proclive a
Moscú.
No sería remoto el inicio de un proceso de balcanización del territorio ucraniano.
Al otro lado de la crisis, los esfuerzos diplomáticos europeos se
concentran en un reacomodo moderado con la conformación de un Estado
confederado, con provincias autónomas, pero sin total independencia. Apenas inicia la partida de ajedrez político. La lucha promete ser larga y desgastante… y el desenlace, imprevisible.
Rusia hunde un barco para tapar la Península