Otro punto de vista de lo que pasa en Ucrania pero ahora por un halcón Zbigniew Brzezinski
que lleva 35 años moviendo la geoestrategia Imperial y cuyo único
objetivo es destruir a Rusia… la entrevista completa recién publicada en
donde el incita que la respuesta de la UE debe ser enviar tropas para
proteger al pobre pueblo Ucraniano.
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La estrategia para la destrucción de Rusia
Balcanizar a Rusia para debilitarla
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“La OTAN debería desplegar tropas en Europa Central”. Este es el titular destacado de una entrevista, publicada en el Global View Point, de
Nathan Gardels a Zbigniew Brzezinski [ZB], sorprendentemente presentado
como ex asesor de seguridad de EEUU (¿ex asesor?, ¿no lo sigue siendo?)
y como “uno de los más destacados pensadores de América (¿América?) en
materia de estrategia.”
ZB
tuvo a la URSS entre ceja y ceja en los años setenta y ochenta
(recuérdese Afganistán, la URSS y su Vietnam) y ahora es Rusia y sus
países vecinos los que ocupan de nuevo su ininterrumpido interés
imperial.
Traducida
y publicada, por supuesto, por el global-imperial- telefónico [1],
mister ZB se descuelga con afirmaciones como las siguientes. Ante la
pregunta “¿qué puede hacer Occidente en estos momentos?”, señala:
En este momento, de entrada, “la estrategia de Occidente debería ser complicarle los planes a Putin.”
Habría que ofrecerle opciones para evitar el conflicto, prosigue el
asesor imperial, pero ese no es el punto: “habría que hacerle tomar
conciencia de las consecuencias muy negativas para Rusia que podrían
derivarse de un conflicto armado”. Leña a un fuego que ya arde: “tendríamos que hacer saber a los rusos que no permaneceremos pasivos”.
¿Qué actividades propone don ZB?
En
primer lugar, “tenemos que reconocer formalmente el nuevo Gobierno de
Ucrania, que creo que es expresión de la voluntad del pueblo ucranio. Es
el Gobierno legítimo”. ¿Está claro? ¿Voluntad del pueblo ucranio? Por
si hubiera dudas respecto a alguien que ha promovido, abonado y
aconsejado mil y una injerencias: “Y la injerencia en los asuntos
ucranianos debería ser considerada un acto hostil por parte de una
potencia extranjera”.
Y
no sólo eso. En segundo lugar, prosigue ZB, “habría que aplicar los
planes de contingencia de la OTAN y desplegar fuerzas en Europa
Central”. ¿Para qué? Para que “estemos en condiciones de responder si la
guerra estalla y se extiende.” (Poch de Feliu ha señalado por su parte:
“Mientras tanto, maniobras en el Báltico y en Polonia, un portaviones
con acompañamiento de armada en el Egeo, sanciones a la vista y pronto
tensión en el Mar Negro”.)}
¿Suenan o no suenan las trompetas de guerra?
¿Alguna
contradicción en las reflexiones de ZB? Una de primer curso
introductorio de lógica. Sentado lo anterior, preguntado por “la
solución definitiva para Ucrania”, ZB responde: “La mejor solución
definitiva para Ucrania sería convertirse en algo como Finlandia con
respecto a Rusia. Es decir, mantener una relación en la que haya tanto
relaciones económicas abiertas con Rusia como conexiones en expansión
con la Unión Europea, pero sin participar en ninguna alianza militar.”
¿Sin participar en ninguna alianza militar? ¿Va en serio? ¿Nos quiere tomar el pelo ZB?
PS:
En “El referéndum de Crimea profundiza la tensión este-oeste”, uno de
los artículos imprescindibles que nos acostumbra a regalar el gran
periodista barcelonés, Rafael Poch de Feliu, se señala el punto nodal:
“En su lectura más profunda, la crisis es consecuencia del pisoteo de
la “Carta para una nueva Europa” firmada en París en noviembre de
1990.” En noviembre de 1990, recuerda Poch de Feliu, los países de la
CSCE (hoy OSCE, URSS y Euroatlántida), firmaron la “Carta de París para
una nueva Europa”. El documento contenía el diseño de una seguridad
continental integrada, el fin de la guerra fría. “Su preámbulo
proclamaba que, “la era de la confrontación y división de Europa ha
concluido”. En el apartado, “relaciones amistosas entre estados participantes” se afirmaba: “La seguridad es indivisible.
La
seguridad de cada uno de los estados participantes está
inseparablemente vinculada con la seguridad de los demás”. En el
apartado “Seguridad”, se anunciaba, “un nuevo concepto de la seguridad
europea” que dará una “nueva calidad” a las relaciones entre los estados
europeos. “La situación en Europa”, se prometía, “abre nuevas
posibilidades para la acción común en el terreno de la seguridad
militar. Desarrollaremos los importantes logros alcanzados con el
acuerdo CFE (desarme convencional en Europa) y en las conversaciones
sobre medidas para fortalecer la confianza y la seguridad”.
Se pusieron, además, fecha a los compromisos recuerda el periodista de La Vanguardia.
“Iniciar, no más tarde de 1992, nuevas conversaciones de desarme y
fortalecimiento de la confianza y la seguridad”. La realidad no siguió
la trayectoria anunciada y publicitada: “En lugar de eso se abrió
paso una seguridad a costa de la seguridad del otro. Hubo ampliación,
globalización y avance de la OTAN, allí donde Moscú se había retirado.
El ingreso en el bloque militar contra Rusia se ofreció como antesala
del ingreso en la UE. Muchos ex satélites y ex víctimas de Moscú
corrieron entusiasmados hacia ese alivio. Adoptando el capitalismo,
Rusia no ofrecía el rostro más benigno”.
Pero,
como es obvio, recuerda Poch de Feliu, Rusia y sus intereses existen.
“Su diplomacia reclama desde 1992 el esquema de la Conferencia de París y
en lugar de ello le ofrecen escudos antimisiles “contra Irán” en
Rumania y Polonia, y cuando se queja le acusan de “imperial”. Ahora le
enfrentan a algo equiparable a si Estados Unidos tuviera que convivir
con un Canadá miembro de un bloque militar hostil.” Para realizar esta
genialidad, es Poch de Feliu quien habla de nuevo, “se ha colocado en
Kíev el primer gobierno con ministros ultraderechistas y antisemitas (el
partido Svoboda tiene seis carteras y mucho de eso) desde 1945”.
Occidente tiene suerte, en su opinión, de que el régimen político de
Rusia carezca de atractivo social y popular, que se asiente
exclusivamente sobre el nacionalismo. “De lo contrario, el barrido
eslavo oriental sería imparable”.
Poch
de Feliu recoge la opinión de un ciudadano, de Sergei, un marinero de
Odesa de 45 años. “Por un lado detesta al nuevo gobierno de Kíev que ha
sustituido al del Presidente (legítimo y huido) Viktor Yanukovich, al
que califica de “podrido”. Por el otro lado, no le gusta la machada
militar rusa en Crimea. Después de más de veinte años Ucrania es un país
independiente y no se puede atropellar su soberanía. “Eso no va a
gustar ni siquiera en amplios sectores de la Ucrania del Este y del
Sur”, dice, refiriéndose a la parte del país más favorable a Rusia. No
tiene muchas dudas acerca de que el movimiento Maidán fue una magnífica
manipulación del general sentir popular contra la podredumbre. Cree que
los francotiradores fueron la guinda que decidió el cambio de régimen.
¿Por cuenta de quién?; “evidentemente, de los que han salido ganando con
ello””. Por lo demás, añade, “lo de Crimea es un esperpento: las tropas
que hay allá son, evidentemente, rusas por más que Moscú niegue la
evidencia y hable de espontáneos ‘grupos de autodefensa”.
Notas:
[1] El País, 6 de marzo de 2014, p. 6.
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